viernes, 18 de septiembre de 2009

"Fray Juan, Fray Juan, ¿a dónde vas?”


Una noche en que un fuerte temblor de tierra sorprendió a Lima, la Comunidad estaba rezando el oficio en el coro, mientras San Juan Masías oraba en la capilla de Nuestra Señora del Rosario. El primer sacudón hizo que los religiosos corrieran fuera de la iglesia a refugiarse en el jardín del claustro, lugar tenido por menos peligroso. También él comenzó a huir, cuando le detuvo la Virgen llamándolo desde su altar: —“Fray Juan, Fray Juan, ¿a dónde vas?” —“Señora”, respondió él, “voy huyendo como los demás del rigor de vuestro Hijo Santísimo”. A lo cual replicó María: —“Regresa y quédate tranquilo que aquí estoy yo”. Obedeció el siervo de Dios, y retomando su oración pidió a la Virgen se compadeciese del pueblo cristiano. Al punto cesó el terremoto, y levantando el santo los ojos a la imagen, su protectora, vio su rostro radiante y con celestiales resplandores que iluminaban toda la capilla.


Este 18 de Septiembre nos unimos en alegría a la Orden de los Dominicos para recordar a San Juan Macías. Amigo íntimo de San Martín de Porras y coetáneo de Santa Rosa de Lima, fueron los tres santos Dominicos que, en el siglo XVII animaron la vida Cristiana de la ciudad de Lima.


El prodigioso borrico proveedor

Todos los días fray Juan solía enviar por las plácidas calles limeñas de entonces a un borriquillo cargado de dos grandes cestos, sin conductor ni guía, con el encargo de recoger las limosnas para sus pobres. El animalito se desempeñaba ejemplarmente, dirigiéndose a los lugares indicados, en el orden señalado. Al llegar a la puerta de cada comercio o vivienda, no se movía hasta que el dueño o un empleado pusiese en las canastas el donativo acordado, luego de lo cual proseguía su camino. De este modo atravesaba el borrico toda la ciudad, pasando por la plaza, el mercado y las casas de los devotos. Como éstos ya lo conocían, le llenaban a raudal los cestos con víveres y no faltaba quien dejaba algunas monedas. Nadie se atrevió jamás a quitarle nada, porque el jumento sabía muy bien defender a coces y mordiscos las limosnas recogidas.
Fuentes: