jueves, 6 de junio de 2013

Arequipa y su Cruz en el Misti, la señal del amparo que nos dá el Corazon de Jesus y María

En 1900, el valiente prelado de Arequipa, Manuel Segundo Ballón, en la cumbre del Misti, bendecía una cruz gigante de 10 mts de alto y 4,5 de ancho en sus brazos. Acababa de venir de la capital de la cristiandad, Roma, donde había participado en el Primer Concilio Latinoamericano, y deseaba proyectar en su diócesis sus deseos de evangelización al cruzar el umbral del S. XX, con este gesto de altura. Figura en la parte superior la inscripción latina INRI (Jesús Nazareno, Rey de los judíos) y en el centro lleva grabados, en una plancha, en altorrelieve, los sagrados corazones de Jesús y María. Al pie, en plancha de bronce, figura la siguiente inscripción:
"¡Viva Jesucristo, Dios y Hombre y Salvador del mundo! Dulcísimo Salvador Jesús, conserva y aumenta tu caridad y tu fe en los habitantes de Arequipa!"
Un año antes, justo hace un siglo, había participado en unión de todos los obispos latinoamericanos, del primer Concilio Plenario de la América Latina, quienes, secundando el gesto del Papa León XIII, ofrecieron y consagraron el Concilio acogiéndose al “dulcísimo Corazon de Jesús”, con expresivas palabras: “imploramos su infinita misericordia, confesando unánime y humildemente los pecados de nuestros pueblos...y procurando reparar solemnemente todas las culpas del siglo que está para expirar, damos las más rendidas gracias al mismo Divino Corazón, por todos los beneficios que hasta hoy ha prodigado a nuestras ciudades y diócesis”.
Y, allá, en la cumbre señera de la Ciudad Blanca, leyó esta honda fórmula:
"¡Oh Dios de bondad y de misericordia infinita! Ved aquí en esta solitaria cima y al pie de esta Cruz a este indignísimo Obispo: os ruego humildemente por el Corazón sacratísimo de vuestro Hijo Jesús y por el corazón purísimo de la Santísima Virgen María y por los méritos de todos los santos, que perdonéis mis pecados y los de mi pueblo y nos concedáis las gracias necesarias para no ofenderos jamás. Recibid mi corazón y el de todos los fieles que me habéis confiado. Recibid el corazón y las oraciones de los sacerdotes y bendecir sus trabajos. Recibid el corazón, las oraciones y gemidos de vuestras vírgenes que habitan en la soledad de los claustros y santificadlas más. Recibid las oraciones de los ancianos y de los niños, las oraciones y las lágrimas de las madres de familia, de las viudas desoladas, de los huérfanos y de los pobres, de los hambrientos y desnudos. Recibid las oraciones y las lágrimas de los pobres enfermos, afligidos y agonizantes. Socorred, Señor, sus necesidades, consoladlos en sus aflicciones y angustias, enjugad sus lágrimas y salvadlos. Que no se pierda, Señor, ninguno de los que me habéis confiado! Que Nuestro Señor Jesucristo, vuestro Hijo Redentor nuestro, reine siempre en todo el mundo y especialmente en el Perú y en esta diócesis. Que se conviertan los impíos y pecadores. Que los brazos de esta Cruz cubran esta diócesis y la libren de todo mal. Amén".
¡Ven, Vive con nosotros y con ella esta fiesta!