viernes, 19 de septiembre de 2008

Evangelio del XXV domingo del tiempo ordinario

Evangelio:
Mt 20,1-16
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: "El Reino de los cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña. Después de quedar con ellos en pagarles un denario por día, los mandó a su viña. Salió otra vez a media mañana, vio a unos que estaban ociosos en la plaza y les dijo: ´Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo que sea justo´. Salió de nuevo a medio día y a media tarde e hizo lo mismo. Por último, salió también al caer la tarde y encontró todavía otros que estaban en la plaza y les dijo: ´¿Por qué han estado aquí todo el día sin trabajar?´. Ellos le respondieron: ´Porque nadie nos ha contratado´. Él les dijo: ´Vayan también ustedes a mi viña´. Al atardecer, el dueño de la viña le dijo a su administrador: ´Llama a los trabajadores y págales su jornal, comenzando por los últimos hasta que llegues a los primeros´. Se acercaron, pues, los que habían llegado al caer la tarde y recibieron un denario cada uno. Cuando les llegó su turno a los primeros, creyeron que recibirían más; pero también ellos recibieron un denario cada uno. Al recibirlo, comenzaron a reclamarle al propietario, diciéndole: ´Esos que llegaron a lo último sólo trabajaron un hora, y sin embargo, les pagas lo mismo que a nosotros, que soportamos el peso del día y del calor´. Pero él respondió a uno de ellos: ´Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos en que te pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete. Yo quiero darle al que llegó al último lo mismo que a ti. ¿Qué no puedo hacer con lo mío lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?´. De igual manera, los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos".

Meditación:

Entre las múltiples lecciones que nos da este pasaje evangélico sobresale una: hemos de ayudarnos unos a otros en los trabajos de la vida, sin fijarnos si trabajamos más o menos que los otros. Basta una sonrisa, una delicadeza, dedicar un poco del propio tiempo a los demás, un servicio… ¡Qué diferente sería nuestra sociedad si los cristianos nos uniéramos y viviéramos a ejemplo de las primeras comunidades cristianas! Todo esto demanda de nosotros dejar de lado el individualismo y fomentar el espíritu de colaboración de unos con otros, el crear un ambiente de estima y aprecio por los demás, fijándonos en lo positivo, fomentando una actitud de apertura, etc. Además, el evangelio de hoy se cierra con una afirmación de Jesús acerca del servicio. Todos tenemos el deber de hacernos prójimo de los otros y de servir activamente. De esto nos da ejemplo Jesús, quien hizo de toda su vida un servicio a los hombres para llevarnos a la salvación.Si Cristo, Rey y Señor del universo, se hizo el servidor de todos, si vino a este mundo para servir y no para ser servido, entonces, nuestra vida ha de ser también para servir a los demás. El Señor mismo nos enseña que para el cristiano, "servir es reinar". Esta es nuestra vocación: servir con Cristo.
Reflexión apostólica:

Hagamos propio el mandato de Cristo de servir a los demás. Si realmente hacemos la experiencia del amor de Cristo nos daremos cuenta de que sólo existe un camino para ser cristianos y hombres auténticos: la caridad, la mansedumbre, la bondad, el servicio y la abnegación.
Propósito:

Hacer un acto de servicio o caridad a una persona.

Fiesta de Ntra. Sra. de La Merced- Convento de La Merced


15 al 23 de setiembre
07:45 Novenario
23 de setiembre
17.00 Vísperas


24 de setiembre
08:00 Misa Pro Pópulo
10:00 Misa Solemne
11:00 Triunfal Procesión

12:30 Misa de Retorno a Devoción


28 de setiembre
08:00 Misa del Escapulario

domingo, 14 de septiembre de 2008

Evangelio del XXIV domingo del tiempo ordinario


Evangelio: Mt 18,21-35

En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?”. Jesús le contestó: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”. Entonces Jesús les dijo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda. Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: ‘Págame lo que me debes’. El compañero se le arrodilló y le rogaba: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda. Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ‘Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’. Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.


Meditación:

Pedro se acerca al Señor y le plantea una pregunta importante: “¿Cuántas veces he de perdonar?”. La respuesta de Jesús es clara. Hemos de perdonar siempre. El perdón cristiano no significa dejar de denunciar al delincuente o defender los propios bienes o derechos, etc., pero eso no quita que debamos perdonar. Este perdón debe comenzar en las relaciones estrechas que se dan, por ejemplo, en la familia o con las personas con las que convivimos más a menudo, en la escuela o en el trabajo. El afecto mutuo lo sugiere. La caridad de Cristo lo exige. El perdón ha de ser generoso e incluso reiterado, sin límites. La enseñanza cristiana pide el perdón de las ofensas. El que nos invita a esto es Jesús. Es Dios mismo, quien para perdonarnos fue capaz de ir a la cruz por cada uno. Ahora bien, la misericordia de Dios no puede penetrar en nuestro corazón mientras no perdonemos también nosotros a los que nos hayan ofendido. Si nos negamos a perdonar a nuestros hermanos, el corazón se endurece y se cierra al amor misericordioso de Dios. Podemos decir que el perdón cristiano es lo que nos hace semejantes a Cristo. Es, además, un testimonio para el mundo de hoy, plagado de guerras y de divisiones. El perdón da prueba de que el amor es más fuerte. Por último, recordemos que para hacer auténtica oración, necesitamos estar en comunión con los demás. La condición para el diálogo con Dios es estar en paz con los otros. Que no nos suceda lo del siervo cruel, que habiendo sido perdonados por Cristo no seamos capaces de obrar de la misma manera con nuestros semejantes.
Reflexión apostólica:

Hagamos vida el mandato de Cristo en la entrega a los demás. Que nuestra relación con los demás se caracterice por la mansedumbre, la bondad, el servicio, la comprensión, el perdón, en una palabra, por la caridad.
Propósito:

Disculparé de corazón alguna ofensa que haya recibido y que aún no haya perdonado sinceramente.