sábado, 14 de febrero de 2009

Evangelio VI Domingo del Tiempo Ordinario


Evangelio: Mc 1,40-45

En aquel tiempo, se le acercó a Jesús un leproso para suplicarle de rodillas: "Si tú quieres, puedes curarme". Jesús se compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: "¡Sí quiero: Sana!". Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio. Al despedirlo, Jesús le mandó con severidad: "No se lo cuentes a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo prescrito por Moisés". Pero aquel hombre comenzó a divulgar tanto el hecho, que Jesús no podía ya entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares solitarios, a donde acudían a Él de todas partes.


Petición: Jesús, haz mi corazón semejante al tuyo.


Meditación:En tiempos de Jesús se consideraba la lepra como un castigo por el pecado. El pobre leproso era expulsado de la comunidad, y era forzado a vivir alejado de las personas. Jesús no se "defiende" del enfermo. Permite que se le acerque. Imaginemos el asombro que causaría el hecho de que Jesús mismo extendió su mano y tocó al hombre, aún cuando era un leproso. ¡La compasión del Señor era más grande que nada! ¿Qué actitudes me inspiran más a mí? ¿Me alejo de las personas que por su aspecto, su modo de vivir, su nivel social, su educación, me parecen desagradables? ¿Me aparto de las necesidades de los demás? Comparemos nuestro corazón con el de Jesús. Busquemos imitar sus actitudes de caridad y de bondad. Extendamos la mano a los demás. Miremos siempre a los otros con compasión. ¡Para el que ama a Dios, todas las personas son almas que Cristo mismo quiere salvar!

Reflexión apostólica:Vivamos a fondo la vida de equipo, aprovechémosla para promover y realizar las obras de apostolado conjugando los esfuerzos, las cualidades y las capacidades de cada uno.
Propósito:Acercarme a una persona que me sea poco agradable o antipática.