domingo, 7 de diciembre de 2008

Evangelio de la solemnidad de La Inmaculada Concepción de Santa María Virgen


La Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María
Evangelio: Lc 1,26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María. Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo. El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin”. María le dijo entonces al ángel: “¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios”. María contestó: “Yo soy la esclava del Señor, cúmplase en mí lo que me has dicho”. Y el ángel se retiró de su presencia.
Oración introductoria:

Padre Santo, yo creo que tú me creaste y compartes tu vida conmigo por el don del Espíritu Santo. Quiero ser un signo de tu bondad imitando a tu Hijo Jesucristo.
Petición:

En esta Navidad, Jesús sé tú la verdadera y profunda alegría de mi corazón.
Meditación:

La primera palabra que podemos meditar es el saludo del ángel a María. La palabra griega original significa “alégrate”, “regocíjate”. Las primeras palabras del Nuevo Testamento son pues, una llamada a la alegría. En verdad el Evangelio es una “buena noticia” que nos trae la alegría de saber que Dios está cerca de nosotros, tan cercano como lo es un niño. El mensaje del Evangelio es una llamada a alegrarse porque tenemos un Dios que es bueno, que nos ama, que nos conoce, que está con nosotros hasta el punto de hacerse hombre como nosotros. Renovemos la conciencia de nuestra fe y recibamos estas palabras pronunciadas por el ángel como también dirigidas a nosotros: “¡Alégrate!”. Esta alegría que hemos recibido no podemos guardarla sólo para nosotros. La alegría se debe compartir siempre. Una alegría se debe comunicar. Este es un compromiso del Adviento: llevar la alegría a los demás. La alegría es el verdadero regalo de la Navidad; no los costosos regalos que requieren mucho tiempo y dinero. Esta alegría podemos comunicarla de un modo sencillo: con una sonrisa, con un gesto bueno, con una pequeña ayuda, con un perdón. Llevemos esta alegría, y la alegría donada volverá a nosotros.
Reflexión apostólica:

Para el Cristiano no hay mayor alegría que la de vivir agradando a Dios. Esa es la alegría que el mundo no puede dar ni tampoco arrebatar. ¡Vivamos alegres, vivamos para cumplir la voluntad de Dios!
Propósito:

Antes de terminar mi oración, pensaré en las personas con las que me encontraré el día de hoy y concretaré cómo puedo alegrarles el día.
Diálogo con Cristo:

Jesús, ayúdame para que el ´sí´ amoroso e incondicional de María, se grabe profundamente en mi corazón, de tal manera que su ejemplo de obediencia y generosidad sea el faro que guíe mi vida.