sábado, 4 de octubre de 2008

Evangelio del XXVII domingo del tiempo ordinario


Evangelio: Mt 21,33-43
En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo esta parábola: "Había una vez un propietario que plantó un viñedo, lo rodeó con una cerca, cavó un lagar en él, construyó una torre para el vigilante y luego lo alquiló a unos viñadores y se fue de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió a sus criados para pedir su parte de los frutos a los viñadores; pero estos se apoderaron de los criados, golpearon a uno, mataron a otro y a otro más lo apedrearon. Envió de nuevo a otros criados, en mayor número que los primeros, y los trataron del mismo modo. Por último, les mandó a su propio hijo, pensando: ´A mi hijo lo respetarán´. Pero cuando los viñadores lo vieron, se dijeron unos a otros: ´Este es el heredero. Vamos a matarlo y nos quedaremos con su herencia´. Le echaron mano, lo sacaron del viñedo y lo mataron". Ahora, díganme: cuando vuelva el dueño del viñedo, ¿qué hará con esos viñadores? Ellos le respondieron: "Dará muerte terrible a esos desalmados y arrendará el viñedo a otros viñadores, que le entreguen los frutos a su tiempo". Entonces Jesús les dijo: "¿No han leído nunca en la Escritura: La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra del Señor y es un prodigio admirable? Por esta razón les digo que les será quitado a ustedes el Reino de Dios y se le dará a un pueblo que produzca sus frutos".
Meditación
Jesús se comparó a la piedra que desecharon los constructores, pero que se convirtió en la piedra angular. Él es también la piedra angular de la gran construcción de Dios que es la Iglesia. La Iglesia es el medio por el cual Dios continúa su historia de amor con cada uno de nosotros. La Iglesia es el camino en donde Dios sale a nuestro encuentro para salvarnos. Nuestra fe católica se fundamenta sobre la roca firme de la palabra de Cristo. La promesa de Cristo nos da la certeza de que en el seno de la Iglesia siempre le encontraremos a Él, aun en medio de tentaciones y dificultades. Jesucristo no sólo fundó su Iglesia ni la amó hasta el extremo de morir por ella, sino que está presente en ella, vive en ella. Cristo está con nosotros por medio de la Iglesia hasta el final de los tiempos. En la Iglesia, además, nos unimos unos con otros más allá de nuestras diferentes nacionalidades, profesiones, clases sociales o ideas. Esta es una nota característica del cristianismo y es preciso superar siempre las tentaciones del particularismo. Por tanto, el pasaje evangélico de hoy nos recuerda ante todo que, ser cristianos quiere decir ser parte de la Iglesia y reunirse en un solo cuerpo para adorar al único Señor. Allí donde hay dos o más cristianos reunidos, ahí debe reinar la unión de ideales, la caridad, el respeto y la estima sincera.
Reflexión apostólica:
Este es un aspecto irrenunciable de nuestra vida espiritual como cristianos: el amor apasionado a la Iglesia. Para que este amor sea real debemos de fomentar el amor y la adhesión al Papa, apoyar a los obispos y sacerdotes, así como rezar, promover y sostener a las vocaciones. En todo esto se manifestará nuestro amor a Cristo y estaremos colaborando auténticamente con la misión de la Iglesia.
Propósito:
Haré algo por conocer mejor la doctrina del Papa, apoyar a mi párroco y promover las vocaciones a la vida consagrada y sacerdotal.