jueves, 10 de julio de 2008

Evangelio del XV Domingo del Tiempo ordinario


Evangelio

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 13, 1-9

Un día salió Jesús de la casa donde se hospedaba y se sentó a la orilla del mar. Se reunió en torno suyo tanta gente, que él se vio obligado a subir a una barca, donde se sentó, mientras la gente permanecía en la orilla. Entonces Jesús les habló de muchas cosas en parábolas y les dijo:“Una vez salió un sembrador a sembrar, y al ir arrojando la semilla, unos granos cayeron a lo largo del camino; vinieron los pájaros y se los comieron. Otros granos cayeron en terreno pedregoso, que tenía poca tierra; ahí germinaron pronto, porque la tierra no era gruesa; pero cuando subió el sol, los brotes se marchitaron, y como no tenían raíces, se secaron. Otros cayeron entre espinos, y cuando los espinos crecieron, sofocaron las plantitas. Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta. El tenga oídos que oiga.”.
Meditación

En la parábola de la semilla, Jesús se compara con el sembrador que siembra con confianza la simiente de su palabra en la tierra de los corazones humanos. El terreno representa la disponibilidad interior de los hombres. Vemos que el fruto de la semilla no depende sólo de Dios. Es decir, el hombre con su libertad condiciona el crecimiento de la misma.
La parábola nos enseña que la semilla comida por las aves recuerda que el demonio nos puede robar del corazón la gracia de Dios. La semilla sin raíz, se refiere a las veces en que aceptamos el mensaje del Evangelio sólo superficial o exteriormente, sin la profunda adhesión a Cristo y sin el amor personal a Él. La semilla ahogada por los espinos, nos habla de las preocupaciones de la vida presente, de la atracción que ejerce el bienestar y el orgullo, de tal manera que nos distraen y separan de Cristo.
No obstante, también existe la tierra buena, esa que acoge la Palabra de Dios y da fruto. Pero esto no sucede de modo automático. Debemos trabajar con tesón. Escuchar con atención lo que Cristo nos quiere decir, guardar su mensaje en el corazón, sin distraernos por las ocupaciones de la vida, sino buscando hacer vida lo que Cristo nos enseña, siendo constantes en practicar lo que Él nos dice.
Ahora se hace necesario preguntarnos qué tipo de “tierra” somos, con qué disposiciones acogemos a Cristo y cómo hacemos fructificar su gracia en nosotros.
Reflexión apostólica

La parábola del sembrador nos recuerda el deber de predicar la “Buena Nueva” a todos los hombres. Debemos sembrar la Palabra de Dios por doquier, no sólo por el testimonio sino también por la predicación y la catequesis. Este no sólo es un deber de los sacerdotes, sino de todo cristiano, de los padres de familia con sus hijos, etc.
No basta con dar la doctrina: hace falta conseguir que quienes reciben la instrucción religiosa se sientan impulsados a vivir lo que aprenden. Además, la catequesis, debe conducir a la frecuencia de los sacramentos y a la adhesión personal a Cristo.
Propósito

Extender hoy la Palabra de Dios entre las personas que me rodean ya sea por medio de la palabra, del testimonio, de una invitación a estudiar la Escritura, etc.