domingo, 1 de febrero de 2009

Evangelio IV Domingo del Tiempo Ordinario


Evangelio: Mc 1,21-28

En aquel tiempo, se hallaba Jesús en Cafarnaúm y el sábado fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Los oyentes quedaron asombrados de sus palabras, pues enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas. Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: “¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”. Jesús le ordenó: “¡Cállate y sal de él!”. El espíritu inmundo, sacudiendo al hombre con violencia y dando un alarido, salió de él. Todos quedaron estupefactos y se preguntaban: “¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es esta? Este hombre tiene autoridad para mandar hasta a los espíritus inmundos y lo obedecen”. Y muy pronto se extendió su fama por toda Galilea.


Petición:Señor, ¡reina en mi corazón!


Meditación:A veces resulta fácil dar crédito a personas que dicen liberarnos de “hechizos”, de la “mala suerte”, del “mal de ojo”… Algunos sugieren que modifiquemos nuestro ambiente, seleccionando la ubicación y dirección de los objetos que nos rodean en nuestra casa o en el lugar de trabajo. Dicen que un simple movimiento de muebles o una planta mal situada pueden entorpecer nuestra vida provocándonos distintos males. Procediendo así, dejamos nuestra vida a merced de la superstición y vemos el mal donde no está. Para el cristiano el verdadero enemigo es el demonio y el pecado, y estos se combaten con la fidelidad a Dios, con los sacramentos. La vida de gracia es la que nos libra de nuestros auténticos males. La vida de gracia es mucho más que la ausencia de pecado grave, es mucho más que no hacer el mal. La vida de gracia nos pide imitar a Cristo; pensar, actuar y amar como Él mismo lo haría. No nos dejemos confundir. Centrémonos en Cristo y en agradarle. En eso se resume todo.
Reflexión apostólica:Vivimos en un ambiente en el que continuamente se atacan nuestras creencias más importantes y se difunde un estilo de vida contrario al Evangelio. Como miembros del pueblo de Dios adquiramos una preparación doctrinal que nos capacite para afrontar los retos de nuestro tiempo.
Propósito:Acudir con constancia a mis círculos de estudio.