Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 11, 25-30
En aquel tiempo, Jesús exclamó: “¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien.El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.Vengan a mí, todos que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga ligera”.
Meditación
Jesús se definió a sí mismo como manso y humilde de corazón, vivió el dolor y la alegría de ser hombre, el hambre, la sed, el cansancio, las esperanzas y desilusiones, el miedo a la muerte… Todo esto lo pasó Jesús por amor a cada uno de nosotros.
Acerquémonos con frecuencia al Evangelio. Dediquemos cada día unos minutos a repasarlo en actitud meditativa. En él se encierran las riquezas insondables del corazón de Cristo. En él aprendemos sus actitudes de perdón, de misericordia, de amor al Padre y a todos los hombres. Asimismo, en él se nos muestra el camino al cielo, el camino de la paz y de la serenidad en los momentos difíciles: “ser mansos y humildes de corazón”.
Todos alguna vez podemos experimentar el cansancio y el desánimo, y sin embargo, olvidamos que el Señor nos quiere consolar, que Él carga con nuestras penas y miserias más profundas, dándonos siempre esperanza. Por eso, Jesús nos dice en el Evangelio: “Vengan a mí”.
También nosotros, por amor a Cristo debemos imitar su ejemplo en acciones concretas: “Tomar su yugo” significará amar como Él amó, practicar la caridad con todas las demás personas. Cuanto más amemos a Cristo y cuanto más amemos como Él, tanto más ligero resultará su yugo para nosotros.
Acerquémonos con frecuencia al Evangelio. Dediquemos cada día unos minutos a repasarlo en actitud meditativa. En él se encierran las riquezas insondables del corazón de Cristo. En él aprendemos sus actitudes de perdón, de misericordia, de amor al Padre y a todos los hombres. Asimismo, en él se nos muestra el camino al cielo, el camino de la paz y de la serenidad en los momentos difíciles: “ser mansos y humildes de corazón”.
Todos alguna vez podemos experimentar el cansancio y el desánimo, y sin embargo, olvidamos que el Señor nos quiere consolar, que Él carga con nuestras penas y miserias más profundas, dándonos siempre esperanza. Por eso, Jesús nos dice en el Evangelio: “Vengan a mí”.
También nosotros, por amor a Cristo debemos imitar su ejemplo en acciones concretas: “Tomar su yugo” significará amar como Él amó, practicar la caridad con todas las demás personas. Cuanto más amemos a Cristo y cuanto más amemos como Él, tanto más ligero resultará su yugo para nosotros.
Reflexión apostólica
Cada día se nos presenta como una oportunidad para dejar el “hombre viejo” y revestirnos del “nuevo”. Es decir, hemos de esforzarnos por despojarnos de las tendencias desordenadas de sensualidad, de soberbia, de egoísmo y hacer vida el ejemplo de Cristo.
Busquemos nuestra transformación interior, convirtámonos a Cristo en lo más profundo de nuestro corazón; en esa medida seremos también auténticamente felices.
Busquemos nuestra transformación interior, convirtámonos a Cristo en lo más profundo de nuestro corazón; en esa medida seremos también auténticamente felices.
Propósito
Buscar la conversión continua, apoyándonos en la confianza y en la misericordia de Jesús.