viernes, 24 de octubre de 2008

Evangelio del XXX domingo del tiempo ordinario


Evangelio: Mt 22,34-40

En aquel tiempo, habiéndose enterado los fariseos de que Jesús había dejado callados a los saduceos, se acercaron a Él. Uno de ellos que era doctor de la ley, le pregunto para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?". Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas".
Meditación

En su primera encíclica, el papa Benedicto XVI nos decía que Dios es amor. El Santo Padre nos quiso recordar que Dios nuestro Señor nos amó y nos ama hasta el extremo. Y nosotros, los cristianos nos hemos de convertir en los propagadores de esta verdad, debemos ser los brazos de Cristo, la boca de Cristo, el corazón de Cristo. Nuestra simple presencia debe ser un espejo de la bondad de Cristo. Recordemos que no hay auténtica vida cristiana si no está animada por la caridad. El amor es lo que nos hará poner a Dios en el primer lugar durante cada jornada. Si le amamos, buscaremos agradarle y cumplir con su voluntad. El amor nos ayuda también a ser auténticos, es decir, a nunca considerarnos cristianos si nos permitimos la crítica o la desunión con los demás. Quien realmente ama a Dios, no puede separar este amor de la caridad al prójimo. La santidad sin caridad no existe. Dios espera también que le mostremos nuestro amor con pequeñas expresiones de delicadeza todos los días. Tengamos la certeza de que un momento dedicado a la oración, una confesión bien hecha, un acto de paciencia y de bondad con nuestros semejantes, un trato respetuoso con los que no nos agradan, un acto de servicio o desprendimiento…, todo tiene un valor inmenso a los ojos de Dios y contribuye a nuestra salvación y a la de los demás. Seamos apóstoles de la caridad. ¿Qué cosa es evangelizar? ¡Es contagiar al mundo de la bondad y del amor de Dios!
Reflexión apostólica:

Oremos en familia, en comunidad. La oración crea lazos de comunión. Ayudémonos unos a otros con el testimonio de la oración cristiana. Si vivimos unidos a Dios, nuestro amor a Él aumentará y nuestra caridad también. En la jornada del cristiano, la oración y la caridad son esenciales para cumplir la misión.
Propósito:

Hoy amaré a Dios en los demás.