sábado, 5 de abril de 2014

Jueves Santo - Los Monumentos verdaderos a Cristo

Transcribimos aquí una nota muy interesante, que nos puede ayudar en lo que respecta al verdadero sentido del Jueves Santo.

Jueves Santo: Sí a la Reserva, no al Monumento

Fuente: http://preguntasantoral.blogspot.com/2012/04/jueves-santo-si-la-reserva-no-al.html

Pregunta: Ramón, tu tema como siempre SUPER interesante y muy esclarecedor. Podría molestarte y pedirte que, cuando tengas un chance y sobre todo sin presiones, escribas uno sobre los monumentos y si quieres le incluyes tus consideraciones estéticas y todo. Pero este sobre los detalles liturgicos de Semana Santa, GENIAL!!!!!!. Cuba

Respuesta: Gracias, querida y lejana amiga. Intentaré hacerlo, a sabiendas que lo que escribiré no gustará a 90 % de lectores, pero eso es algo consustancial a este blog. Y vamos al tema:

Una de las características de nuestra liturgia de estos días de Semana Santa es el cambio constante, drástico podríamos decir, de los aspectos exteriores del culto. El Domingo de Ramos se empieza con alegría y se termina con tristeza, se procesiona y se adorna, hasta el alma, con palmas. El Jueves aparecen las flores, y el "Gloria in Excelsis" trasmite júbilo. Viviremos la austeridad y la dureza de las oraciones, los signos y textos del Viernes. Y, finalmente, el Sábado Santo vuelven las flores, la luz, los signos de alegría y estalla el canto del "Alleluia" (dos veces en la misma celebración), callado desde 43 días atrás.

Pero aún falta para el sábado, así quedémonos en el Jueves Santo y el llamado "monumento". El año pasado toqué el tema y motivó la pregunta (sí, es del año pasado...) que ahora intentaré responder. El Jueves Santo, después de celebrar el Memorial de la Cena del Señor, inaugurando la Pascua que es el mismo Cristo, la Iglesia reserva el Sacramento celebrado, para comulgar al día siguiente, Viernes Santo, el único día del año en que no puede celebrarse la Eucaristía. Este es el origen y el sentido práctico de dicha reserva. Por la grandeza de lo celebrado, no conviene que simplemente se saque de la iglesia a la sacristía (aunque también se hace, por otras razones prácticas), sino que se reserve con cierta solemnidad.

La costumbre de hacer ratos de adoración y acompañar al Señor, si bien es estupenda, no es la intención del "monumento" (es que es casi imposible llamarle de otro modo, por lo arraigado que está), sino como dije antes, la reserva, para la comunión del Viernes y, claro, para llevar a los enfermos. Podríamos decir que se adora al Santísimo porque ha sido reservado allí, pero no ha sido reservado para ser adorado, sino para ser comido al día siguiente. Es por eso que ¡noticia! solo tiene sentido esta reserva solemne si al otro día se realizarán los Oficios de la Pasión. Si no será así, se reserva sin solemnidad ninguna, en la sacristía o capilla privada.


Litografía devota del siglo XX
que muestra la piedad
del sepulcro-reserva.
A este sitio donde se hace la reserva, es lo que se le llama "monumento", aunque hoy se prefiere no se le llame así, para evitar la referencia al sepulcro. Y es que, precisamente, una idea extendida entre los fieles durante tiempo, es que ese traslado era acompañar a Cristo en su pasión y muerte. El origen podríamos hallarlo en Jerusalén, donde el Jueves Santo, después de acabado el oficio, el celebrante reserva el Santísimo en el Santo Sepulcro. El "Directorio sobre la Piedad popular y la Liturgia" deja bien claro que:

"[en] el lugar de la reserva hay que evitar el término "sepulcro" ("monumento"), y en su disposición no se le debe dar la forma de una sepultura; el sagrario NO puede tener la forma de un sepulcro o urna funeraria". 
Y sin embargo, los sagrarios que hay en las iglesias para el monumento, tienen precisamente esta forma. Esta reserva propicia la adoración que, no obstante, luego de la medianoche debe hacerse sin solemnidad, y sin cirios, dejando solamente una luz para indicar la presencia sacramental, al uso común de la Iglesia. Es decir, que la costumbre de dejar la iglesia abierta, para la adoración nocturna, aunque no es mala, tampoco es necesaria ni obligatoria, porque esta reserva NO se hace para acompañar al Señor, ni en su "oración del huerto", como suele decirse a veces, ni en su pasión ni, mucho menos, en el sepulcro (1).


Y ¿como ha de ser el "monumento"?
Pues como generalmente no es: Sencillo, austero y digno. Bastará una plataforma sólida, cubierta con un mantel blanco, sobre la se coloque un sagrario, para guardar un copón lo suficientemente grande como para contener las especies sacramentales que se consumirán el viernes en el Oficio y se llevarán el Sábado Santo a los enfermos. De no ser así, o por masiva afluencia de fieles, se consagrará en otro copón que será guardado discretamente luego de la comunión de la misa del Jueves, en un sitio adecuado. El adorno, sencillo y bello: flores en adecuada cantidad y cirios. Ni cruces, ni imágenes, ni accesorios, ni telas, ni carteles. No vale el copón expuesto sin más en el manifestador. Mucho menos la custodia.

Monumento en la Habana. Años 40
Antiguamente solían ser verdaderos artificios de escalinatas, pasarelas, cirios, bombillas, flores, fuentes, cortinajes, ángeles, arcángeles y querubines... Tanto que parecían más automonumentos a quien lo realizaba, que un "lugar para la reserva" (¡este es el nombre adecuado!). Menuda reserva, en la que destaca más lo accesorio que lo principal. Tampoco conviene que tenga aspecto de altar o retablo, porque no lo es. No por gusto visitar monumentos era también un ejercicio a la admiración, y de competencia y rivalidad, P. Ej: "a ver si en tal iglesia lo pusieron mejor que la nuestra".

Hoy en día los hay que parecen rastros, en los que se acumulan cachivaches diversos. Sillas, toallas, jofainas, panes, cestos, espigas, palmas, ect., que solo distraen la atención. Otros aparecen inundados de carteles con frases bíblicas, tanto que parecen hojas parroquiales. Buscando imágenes para ilustrar lo que digo, lo he confirmado. Estos son monumentos a la fantasía y al deseo propio de inventar cada vez más. Ya sé que son signos externos que recuerdan lo celebrado. Y ese es, precisamente el problema: los signos sobran ante el Único Signo que debe mirarse: El Sacramento. Y más aún, cuando estamos ante una reserva. Más solemne, pero reserva al fin y al cabo. 

Y con todo esto, peores son aquellos en que lo han resuelto con una mesa con un mantel, y unas flores en un bote de mermelada vacío. O aquellos que muestran "elementos de nuestra idiosincracia" (porque hasta lo justifican), como si de una muestra de artesanía local se tratara. Parece que se tratara de un juego "adivina donde está el Sacramento". Y si no, mirar la imagen de la izquierda...

No me valen los pretextos de "no entiendes nuestra cultura", o "ponen buenas intenciones". Para expresiones culturales hay otros momentos y lugares. Y la intención no basta, con "buenas intenciones" se crucificó al Señor. La liturgia, aún con rasgos culturales locales, ya tiene todo el simbolismo necesario para entender lo que hay que entender. Estas recreaciones que buscan que uno se cuestione, o ante las que hay que hacer un análisis de que rayos han querido decir (y aún te miran de medio lado si preguntas, como si tuviera uno un scanner de payasadas en la vista). Y esta última imagen es todo un misterio ¿alguien sabe decirme que han querido decir al colgar un alba y una casulla en una percha, y coronarlo con una imagen de la Inmaculada (horror!), aparte de parecer un cura robocop?
 

Ejemplos sobran y para terminar digámoslo de nuevo, más alto, pero no más claro: Estos son monumentos a uno mismo.
¡Ven, Vive con nosotros y con ella esta fiesta!