(RV).- (Con audio) La
tarde del sábado los santuarios marianos de Lourdes, Nazaret, Luján,
Vailankanni, Guadalupe, Akita, Nairobi, Benneux, Częstochowa y Marian Valley se
unieron al Divino Amore de Roma para una gran Vigilia de Oración ante la
presencia solemne de la estatua original de Nuestra Señora de Fátima. "María,
haznos sentir tu mirada de Madre, guíanos a tu Hijo, haz que no seamos
cristianos 'de escaparate', sino de los que saben 'mancharse la manos' para
construir con tu Hijo Jesús su Reino de amor, de alegría y de paz", fue la
invocación del Papa Francisco en un videomensaje.
Texto del video
mensaje del Papa (Audio):
Queridos hermanos y
hermanas
Saludo a todos los peregrinos que están en el Santuario del
Divino Amor, y a los que se conectan desde los santuarios marianos de Lourdes,
Nazaret, Luján, Vailankanni, Guadalupe, Akita, Nairobi, Benneux, Częstochowa y
Marian Valley. Esta tarde me siento unido a todos ustedes en la recitación del
Santo Rosario y en la Adoración Eucarística bajo la mirada de la Virgen
María.
La mirada. ¡Qué importante es! ¡Cuántas cosas pueden decirse con
una mirada! Afecto, aliento, compasión, amor, pero también reproche, envidia,
soberbia, incluso odio. Con frecuencia, la mirada dice más que las palabras, o
dice aquello que las palabras no pueden o no se atreven a decir.
¿A quién
mira la Virgen María? Nos mira a todos, a cada uno de nosotros. Y, ¿cómo nos
mira? Nos mira como Madre, con ternura, con misericordia, con amor. Así ha
mirado al hijo Jesús en todos los momentos de su vida, gozosos, luminosos,
dolorosos, gloriosos, como contemplamos en los Misterios del Santo Rosario,
simplemente con amor.
Cuando estamos cansados, desanimados, abrumados por
los problemas, volvámonos a María, sintamos su mirada que dice a nuestro
corazón: “¡Animo, hijo, que yo te sostengo!” La Virgen nos conoce bien, es
madre, sabe muy bien cuáles son nuestras alegrías y nuestras dificultades,
nuestras esperanzas y nuestras desilusiones. Cuando sintamos el peso de nuestras
debilidades, de nuestros pecados, volvámonos a María, que dice a nuestro
corazón: «!Levántate, acude a mi Hijo Jesús!, en él encontrarás acogida,
misericordia y nueva fuerza para continuar el camino».
La mirada de María
no se dirige solamente a nosotros. Al pie de la cruz, cuando Jesús le confía al
Apóstol Juan, y con él a todos nosotros, diciendo: «Mujer, ahí tienes a tu hijo»
(Jn 19,26), los ojos de María están fijos en Jesús. Y María nos dice, como en
las Bodas de Caná: «Haced lo que él os diga» (Jn 2,5). María indica a Jesús, nos
invita a dar testimonio de Jesús, nos guía siempre a su Hijo Jesús, porque sólo
en él hay salvación, sólo él puede trasformar el agua de la soledad, de la
dificultad, del pecado, en el vino del encuentro, de la alegría, del perdón.
Sólo él.
«Bienaventurada porque has creído». María es bienaventurada por
su fe en Dios, por su fe, porque la mirada de su corazón ha estado siempre fija
en Dios, en el Hijo de Dios que ha llevado en su seno y que ha contemplado en la
cruz. En la Adoración del Santísimo Sacramento, María nos dice: «Mira a mi Hijo
Jesús, ten los ojos fijos en él, escúchalo, habla con él. Él te mira con amor.
No tengas miedo. Él te enseñará a seguirlo para dar testimonio de él en las
grandes y pequeñas obras de tu vida, en las relaciones de familia, en tu
trabajo, en los momentos de fiesta; te enseñará a salir de ti mismo, de ti
misma, para mirar a los demás con amor, como él, que te ha amado y te ama, no de
palabra, sino con obras».
¡Oh María!, haznos sentir tu mirada de Madre,
guíanos a tu Hijo, haz que no seamos cristianos «de escaparate», sino de los que
saben «mancharse la manos» para construir con tu Hijo Jesús su Reino de amor, de
alegría y de paz. (RC-RV)
Fuente: Radio Vaticano
¡Ven, Vive con nosotros y con ella esta fiesta!