1. "La tierra ha visto a su Salvador" Hoy, Navidad del Señor,
vivimos profundamente la verdad de estas palabras: la tierra ha visto a su
Salvador. Lo han visto en primer lugar los pastores de Belén que, al
anuncio de los ángeles, se apresuraron con alegría hacia la pobre
gruta. Era de noche, noche llena de misterio. ¿Qué vieron sus ojos? Un
Niño acostado en un pesebre, con María y José solícitos a su lado. Vieron
un niño pero, iluminados por la fe, en aquella frágil criatura reconocieron a
Dios hecho hombre, y le ofrecieron sus pobres dones. Iniciaron así, sin
darse cuenta, aquel canto de alabanza al Emmanuel, Dios venido a habitar
entre nosotros, que se extendería de generación en generación. Cántico
alegre, que es patrimonio de cuantos, hoy, se dirigen espiritualmente a
Belén, para celebrar el nacimiento del Señor, y alaban a Dios por las
maravillas que ha realizado. También nosotros nos unimos con fe a este
singular encuentro de alabanza que, según la tradición, se renueva cada año
en Navidad, aquí, en la Plaza San Pedro, y que concluye con la
bendición que el Obispo de Roma imparte Urbi et Orbi:
Urbi, es decir,
a esta Ciudad que, gracias al ministerio de los santos Pedro y Pablo, ha
"visto" de manera singular al Salvador del mundo.
Et Orbi, es decir,
al mundo entero, en el que se ha difundido ampliamente la Buena Nueva de
la salvación, que ha llegado ya hasta los confines extremos de la
tierra. La alegría de Navidad ha llegado a ser así patrimonio de
innumerables pueblos y naciones. En verdad, "los confines de la tierra han
contemplado la victoria de nuestro Dios" (Sal 97/98,3)
2. A todos, pues,
va dirigido el mensaje de la solemnidad de hoy. Todos están llamados a
participar de la alegría de la Navidad. "Aclama al Señor, tierra
entera, gritad, vitoread, tocad" (Sal 97/98,4). Día de extraordinaria
alegría es la Navidad. Esta alegría ha inundado los corazones humanos y ha
tenido múltiples expresiones en la historia y en la cultura de las naciones
cristianas: en el canto litúrgico y popular, en la pintura, en la
literatura y en cada campo del arte. Para la formación cristiana de
generaciones enteras, tienen gran importancia las tradiciones y los
cantos, las representaciones sacras y, entre todas, el portal. El cántico
de los ángeles en Belén ha encontrado así un eco universal y multiforme en
las costumbres, mentalidades y culturas de cada tiempo. Ha encontrado un eco
en el corazón de cada creyente.
3. Hoy, día de alegría para todos, día
lleno de tantos llamamientos a la paz y la fraternidad, se hacen más intensos
e incisivos el clamor y la súplica de los pueblos que anhelan la libertad y
la concordia, en situaciones de preocupante violencia étnica y
política. Hoy resuena más fuerte la voz de quienes están comprometidos
generosamente en derribar barreras de miedo y de agresividad, para
promover la comprensión entre hombres de distinto origen, raza y credo
religioso. Hoy día nos resultan más dramáticos los sufrimientos de gente
que huye a las montañas de su propia tierra o busca atracar a las costas de
los países vecinos, para perseguir la esperanza, incluso leve, de una vida
menos precaria y más segura. Más angustioso es hoy el silencio, lleno de
tensiones, de la multitud, cada vez mayor, de nuevos pobres: hombres y
mujeres sin trabajo y sin casa, muchachos y niños ofendidos y
profanados, adolescentes enrolados en las guerras de los adultos, víctimas
jóvenes de la droga o atraídos por mitos falaces. Hoy es Navidad, día de
confianza para pueblos por largo tiempo divididos, que finalmente se han
vuelto a encontrar y tratar. Son perspectivas a menudo tímidas y
frágiles, diálogos lentos y arduos, pero animados por la esperanza de
alcanzar finalmente acuerdos respetuosos de los derechos y de los deberes de
todos.
4. ¡Es Navidad! Esta humanidad nuestra descarriada, en camino
hacia el tercer milenio, te espera, Niño de Belén, que vienes a manifestar
el amor del Padre. Tú, Rey de la paz, nos invitas hoy a no tener miedo y
abrir nuestros corazones a perspectivas de esperanza. Por esto "cantemos al
Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas" (cf. Sal
97/98,1). Este es el mayor prodigio obrado por Dios: El mismo se hizo
hombre y nació en la noche de Belén, ofreció por nosotros su vida en la
Cruz, resucitó al tercer día según las Escrituras y a través de la
Eucaristía permanece con nosotros hasta el fin de los tiempos. En verdad
"... la palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros" (Jn 1,14). La luz
de la fe nos ayuda a reconocer en el Niño recién nacido al Dios eterno e
inmortal. Somos testigos de su gloria. De omnipotente como era, se
revistió de extrema pobreza. Esta es nuestra fe, la fe de la Iglesia, que
nos permite confesar la gloria del Hijo unigénito de Dios, aunque nuestros
ojos no vean más que al hombre, un Niño nacido en la gruta de
Belén.
Dios hecho hombre yace hoy en el pesebre y el universo lo
contempla silenciosamente. ¡Qué la humanidad pueda reconocerlo como a su
Salvador!
Mensaje de Navidad de S.S. Juan Pablo II URBI ET ORBINavidad, 25 de diciembre de 1997
Con las palabras del entonces Papa Juan Pablo II, queremos hacerles llegar nuestro saludo de Navidad a todos y cada uno de Uds. queridos lectores.
Que la luz bendita de la Estrella de Belen, se pose sobre cada una de sus familias, asi como se posó sobre aquella Familia Sagrada aquella Primera Navidad de la historia.
Son los sinceros deseos de cada uno de los que formamos el Equipo de
"Siempre con María"
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