sábado, 1 de noviembre de 2008

Evangelio del XXXI Domingo del tiempo ordinario


Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 51-58


En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne, para que el mundo tenga vida”.Entonces los judíos se pusieron a discutir entre sí: “¿Cómo puede éste darnos comer su carne?”.
Jesús les dijo: “Yo les aseguro: si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y Yo lo resucitaré el último día.”Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida, el que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y Yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y Yo vivo por Él, así también el que me come vivirá por mí.”Este es el pan que ha bajado del cielo, no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan, vivirá para siempre”.



Meditación


El Evangelio de hoy nos invita a meditar en la Eucaristía, ¡es Dios, el Amor mismo, quien se hace presente en la hostia santa! Esta es la belleza de la Eucaristía: el Señor de todas las cosas se ha hecho don, se ha hecho pan para ser partido, compartido y comido.Jesús se hace nuestra comida: “El pan que Yo les voy a dar es mi carne”. Cristo nos alimenta uniéndonos a Él. Se hace comida y bebida para estar aún más íntimamente unido a nosotros.¡Cada vez que nos acerquemos a la celebración eucarística renovemos nuestro asombro y nuestra fe ante tan gran misterio de amor!No obstante, no podemos tener verdadera comunión con Cristo si estamos divididos entre nosotros, si no estamos dispuestos a reconciliarnos unos con otros. La comunión eucarística es un compromiso a vivir en comunión con los demás, a hacernos eucaristía con Cristo eucaristía.Esto sólo puede llevarse a cabo a partir del encuentro íntimo con Dios. Por eso, no puede haber verdadera transformación en Cristo sin la Eucaristía. Nuestro apostolado empieza, se sostiene y culmina en el Sagrario.



Reflexión apostólica


Nuestra fuerza como cristianos depende principalmente de la unión y de la caridad. El mundo creerá en la medida en que seamos comunidades unidas que vivan con un solo corazón y una sola alma, como los primeros cristianos, porque sólo el amor y la unidad es lo que hacen que nuestro mensaje sea creíble.Construyamos la unidad con la vivencia de la caridad y acrecentemos esa unidad en la vida eucarística.



Propósito


Rechazar como un mal muy grande la calumnia, el chisme, la maledicencia y dedicarme a descubrir y alabar lo bueno, a disculpar lo malo y a promover la unidad con los demás.