viernes, 22 de agosto de 2008

Evangelio del XXI Domingo del Tiempo ordinario


Evangelio

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 16, 13-20

En aquel tiempo, Cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas”. Luego les preguntó: “¡dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”.Y les ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.
Meditación

El pasaje evangélico nos da algunas pautas para meditar y reflexionar sobre el amor a la Iglesia. Hemos de creer y amar a la Iglesia porque tenemos la certeza de que ha sido fundada por Cristo y porque Cristo la instituyó derramando por ella toda su sangre. La Iglesia vale la cruz de Cristo. La Iglesia es el instrumento por el cual los frutos de la redención llegan a todos los hombres mediante los sacramentos. La Iglesia es el medio por el cual Dios continúa su historia de amor con cada uno de nosotros. Qué seguridad nos da el saber que nuestra fe católica se fundamenta sobre la roca firme de la palabra de Cristo, que la Iglesia no es principalmente obra de los hombres sino de Dios. El Señor es quien guía la barca de Pedro. Quien permanece en la Iglesia no se equivocará, como no se han equivocado los santos que supieron fiarse plenamente de Dios.Como católicos, no podemos decir: “Cristo sí, Iglesia no". Quien acepta la fe en Cristo, acepta también la fe en la Iglesia. Además, nuestra fe ha de ir unida a la práctica. Hemos de amar con nuestras obras. Si realmente queremos a nuestra familia que es la Iglesia, viviremos aquello que nos pide o nos enseña. Una manera de amar y de entregarnos por la Iglesia, a ejemplo de Cristo, es la adhesión al Papa, por ser él el vicario de Jesucristo en la tierra. Esta actitud no se basa en la simpatía ni en las cualidades humanas, tampoco en la opinión que los medios de comunicación nos presenten, sino en la fe y en el amor a Nuestro Señor.La primera expresión de amor al Papa es rezar por él. ¡El Papa necesita de la oración de cada uno de nosotros! El amor al Papa implica también mantenerse al día de sus actividades y discursos, dando a todas sus enseñanzas nuestra adhesión y asentimiento.Señor, ayúdame a valor tu gran amor a la Iglesia para que pueda entregarme como Tú a su servicio. Hazme amar a tu vicario el Papa y ser capaz de seguir sus enseñanzas con la misma fidelidad con la que te quiero seguir a ti.
Reflexión apostólica

La misma actitud de fe que manifestamos al Papa, la hemos de tener con los Obispos, y con nuestros sacerdotes y párrocos. Qué diferente sería si los cristianos viviéramos muy cerca de los obispos y de los sacerdotes; si les brindáramos nuestro apoyo, oraciones, ayuda de palabra y de obra.El cristiano ha de caracterizarse por el sentido eclesial, por el amor real y ardiente a la Iglesia. La más auténtica manifestación de este amor es comprometernos para "hacer siempre el bien, sin mirar a quién".
Propósito

Comprometerme hoy a trabajar más intensamente por Cristo y por su Iglesia en algún apostolado concreto.